Solo me queda abrazarte. Hasta
ahora me conformo con mirarte, olerte, oírte y, como no, saborearte. La tentación
de tocarte es constante y cada vez que puedo intento acariciarte. Consigo mirarte por el puente Carranza cada
vez que vengo a visitarte. Te observo cuando camino por el arrecife caletero y
contemplo las maravillosas vistas que desde allí se pueden apreciar. No pierdo
de vista tus encantos y tampoco dejo de estar pendiente de ti aun cuando estoy alejado
de tus fronteras. La historia te acompaña en más de tres mil años y la
Catedral, el pasado fenicio y romano y el impacto social de 1812 continúan
presentes en cualquier rincón por el que puedas pasar. Se me parte el alma
cuando veo la cantidad de problemas que tienes por culpa de gente que no te
siente en su corazón.
Desprendes un olor especial
cuando paseo por la Alameda y es que el
salitre del mar que te rodea hace de ti un lugar especial. Aromas con sabor a
chicharrones, pescado y aceitunas se adentran por mi nariz cuando me acerco a
tu Mercado. Camino por tus calles y el olor a “puro arte” se va notando a
medida que me voy acercando a algunos de tus barrios. La Viña, Santa María, El
Mentidero o el Pópulo son algunos de ellos pero la lista continua con un sinfín
de lugares característicos. El sonido de las olas rompiendo en los bloques, un
ritmo característico como el 3x4 o las carcajadas continuas que se escuchan por
las calles debido a alegría con la que te despiertas son sinónimo del nombre de
tu ciudad. Saborearte es un gozo que todo aquel que viene no quiere dejar. Disfrutar
del buen pescado que yace en ti o de las distintas formas de poner los
chicharrones son sabores que todo aquel que se va no deja de olvidar. Los camarones
saltan del mar para depositarse en las tortillitas, las caballas disfrutan de
la compañía de una buena piriñaca y la fruta escarchada rellenan un pan típico de
la ciudad. El tiempo de la poleá pasó
pero parece que algunos quieren que vuelva. Eso sí, si tiene que volver que
vuelva por otros motivos diferente a la pobreza. Disfruto de tus fiestas carnavaleras,
cuaresmales y veraniegas. La gracia de una chirigota, el sentir de tus
horquillas en la calzada o el energético sol de verano hacen de ti la envidia
de muchos que cuando tienen su oportunidad vienen a disfrutarte.
Jamás voy a negar de donde soy y
de dónde vengo y te aseguro haya donde este que nunca me olvidaré de ti. Un acento
peculiar e incluso un vocablo distinto hacen que me identifiquen haya por donde
vaya. Soy gaditano y estoy orgulloso de ello porque aunque los gaditanos seamos
de una forma o de otra, simpáticos o serios, alegres o conformistas y soñadores
o realistas, solo tú, Cádiz, trimilenaria en su haber, eres única.
Cuack!
No hay comentarios:
Publicar un comentario